La Paz de Dios o los Movimientos de la Paz de Dios que surgieron a finales del Siglo X, a partir del Concilio de Charroux en el 989, tenían un doble objetivo, uno era poner freno a las violencias ejercidas por la aristocracia guerrera y a la vez proteger a sus víctimas.
Capitel de la Iglesia de Santiago de Cezura (Palencia) |
Los tributos nobiliarios, por lo menos en un primer momento, eran tan insoportables para la Iglesia como para los campesinos, los primeros las sufrían en sus bienes y los segundos en sus bienes y en sus propias personas, por lo que ambos estratos buscaron como respuesta una alianza, circunstancial, entre el clero y el campesinado. Y de esa unión deriva el carácter clerical y popular con que parece teñida en sus comienzos el movimiento de la Paz de Dios.
Se distinguen dos fases de este movimiento: una primera fase más breve en el año 1040, más popular, y una segunda fase mucho más larga que llegó hasta el siglo XIII y caracterizada por la institucionalización del movimiento, que privado ya de sus bases campesinas, pasaría bajo el control exclusivo de soberanos y del episcopado.
La Paz de Dios tuvo antecedentes que podrían explicar su surgimiento como son los ideales de paz formulados por la Iglesia carolingia (paz en el interior del imperio y guerra a los paganos), práctica del derecho de asilo e institución de las inmunidades eclesiásticas, el deseo de proteger a los pobres, veneración de santos protectores de la paz. Pero sobre todo fue el clima social de finales del siglo X lo que explica la aparición de este movimiento de la Paz de Dios.
Un clima social caracterizado por la quiebra casi general de la autoridad pública y por la constitución sobre sus ruinas de una tupida red de células locales de poder. Los castillos, se convirtieron así casi en los únicos centros de mando, se poblaron con bandas de guerreros privados deseosos de un enriquecimiento rápido que sólo obedecía a la ley de las armas.
Frente a esta violencia aristocrática el campesinado reaccionó y esta movilización campesina confluyó con las preocupaciones de ciertos prelados (sobre todo de Aquitania) espantados ante la amplitud que tomaba la conmoción social. Y fue entonces cuando se convocaron los primeros concilios de Paz: el de Charroux, en Poitou, en el año 989 sería el primero de una larga lista. Aunque más que concilios se trataban de grandes asambleas, que se reunían en campo abierto y que congregaban a masas considerables de hombres y mujeres. Las decisiones recogidas en los cánones conciliares, tenían como objetivo principal poner las personas y los bienes de los no-beligerantes (clérigos no armados, campesinos y mercaderes) al amparo de las operaciones guerreras.
El cumplimiento del Movimiento de la Paz de Dios venía garantizado por un compromiso solemne, un juramento de paz que prestaban los propios participantes en los concilios y que procuraban obtener de los nobles de la región. La violación de las sentencias conciliares tenía consecuencias para quienes las incumplían, se trataba sobre todo de sanciones eclesiásticas, la más temida la excomunión.
A lo largo de los años 1020 y 1040, el movimiento de la Paz de Dios ya extendido más allá de Aquitania, se vio acompañado por otra corriente de origen más meridional e igualmente poderosa, La Tregua de Dios. Este último movimiento trataba de imponer a los promotores de violencias un armisticio semanal, cuya duración tendió a ser cada vez más larga y llegó a cubrir largos períodos del año litúrgico como la Cuaresma.
A partir del año 1033, coincidiendo con el milenario de la crucifixión de Cristo, cuando el doble movimiento de la Paz y Tregua conoció su apogeo. Aunque al asumir ciertas reivindicaciones populares, apareció muy pronto como un movimiento subversivo a ojos de la aristocracia para la que era intolerable que se organizaran milicias de paz, compuestas en su mayor parte por campesinos cuyo objetivo era oponerse a los tributos señoriales.
Y es que la alianza sellada en los primeros concilios de Paz entre el campesinado y una parte del alto clero no era en absoluto destruir el feudalismo, sino suprimir los fenómenos marginales que lo hacían particularmente odioso. Los campesinos habían introducido en estos movimiento de Paz una impugnación global del orden social opresivo que sufrían, lo cual no podía ser aceptado por la Iglesia para la cual las estructuras de la sociedad no tenían otro fundamento que la voluntad divina, y además tanto obispos como señores laicos procedían de un mismo estrato social compartiendo, por tanto, intereses comunes.
Así pues, desde el momento en que condes, duques y reyes recuperaron el suficiente poder como para asumir esta función de "policía", la Iglesia les devolvió de buen grado la misión de convocar y de presidir las asambleas de Paz, así como de hacer cumplir sus decisiones.
Parece una contradicción que surgieran estos movimientos de la Paz de Dios cuando desde finales del siglo XI los conceptos de Paz de Dios y Guerra Santa se encontraban estrechamente asociados a una misma ideología tendente a imponer, tanto en el interior como en el exterior de la Cristiandad, una concepción única del mundo, de la fe y de la sociedad.
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Referencias:
Vocabulario básico de la Historia Medieval. Pierre Bonnassie. Editorial Crítica 2010.
https://twitter.com/cylromanica/status/1297127071634915328/photo/1
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