27 abril, 2020

LA LEYENDA DE JASÓN Y LOS ARGONAUTAS

Jasón de Bertel Thorvaldsem (1803)
La leyenda de Jasón y los Argonautas cuenta la expedición que el héroe realizó en busca del tesoro del vellocino de oro. Sus aventuras tienen en la mitología griega el mismo valor educativo que otras aventuras y proezas llevadas a cabo por otros héroes y dioses ya conocidos. Para los antiguos griegos, la vida fue siempre un obstáculo cuya superación por la osadía, la inteligencia y el vigor de dioses y héroes era presentada como lección al juicio de los hombres.

Así, los sacrificios de Jasón para encontrar el vellocino de oro representan las pruebas y los sufrimientos que debe vencer todo mortal que aspira a un destino superior.

El padre de Jasón, Esón, había sido destronado como rey de Yolco por Pelias, tío de Jasón. Por ello, Jasón fue educado por el centauro Quirón, que habitaba en Pelión, morada que abandonó Jasón al alcanzar la mayoría de edad.

Y un buen día Jasón se presentó en Yolco, su ciudad natal, en medio de la plaza pública donde su tío Pelias se disponía a realizar un sacrificio en honor de los dioses. Jasón iba vestido de una manera extraña pues su cuerpo iba protegido por una piel de pantera y portaba una lanza en cada mano. Pero lo que más asombro causó entre la multitud fue que el muchacho tenía descalzo el pie izquierdo. Había perdido la sandalia en el fangoso río Anauro, cuando se compadeció de una anciana que suplicaba que la pasaran a la otra orilla del río, y a la cual portó a su espalda. Aquella vieja era nada más y nada menos que la diosa Hera disfrazada. Y es que Hera se la tenía jurada a Pelias desde que éste no le hiciera los sacrificios de costumbre, por lo que decidió castigarlo.

Y es que el oráculo había vaticinado al rey Pelias que debía desconfiar de aquel que se presentara un día con un sólo pie calzado. Y ese día había llegado.

Pelias intentó mantener la tranquilidad y empezó a cavilar cómo podía conjurar el peligro que representaba aquel joven si quería mantenerse en el trono.

Pelias, en un primer momento, simuló no reconocer a su sobrino, el cual tampoco dijo nada, limitándose a observarlo durante toda la ceremonia del sacrificio. Jasón desapareció durante cinco días y al sexto día se presentó en el palacio de Yolco reclamando el reino que legítimamente le pertenecía.

Jasón se presenta ante Pelias de Johann Friedrich Overbeck (1807)

Pelias, que había tenido tiempo durante todos estos años de urdir un plan para evitar que Jasón se hiciera con el trono, le dio como respuesta que el joven debía demostrarle que era digno de ocupar su lugar. Y para ello le impuso una prueba que, si era capaz de cumplir, bastaría para probar sus aptitudes como rey. Pero antes el usurpador Pelias le hizo una pregunta enigmática, una pregunta con trampa con la que perjudicar a su sobrino.

La pregunta fue la siguiente ¿Qué castigo impondrías a un hombre que conspirase contra su rey?. Sin titubear, Jasón le respondió que lo enviaría a conquistar el vellocino de oro (esas fueron las palabras que Hera puso en su boca)

El vellocino de oro era el toisón de un carnero milagroso sacrificado a Zeus por Frixo en agradecimiento porque el rey de Cólquide le había concedido la mano de la más hermosa de sus hijas, Calcíope. La testa del carnero era de oro y estaba clavada en un roble, en un bosque consagrado a Ares, el dios de la guerra.

Pues bien, Pelias ordenó a Jasón la misión de viajar a la lejana Cólquide, hallar el vellocino de oro y traérselo, sólo así lograría que le devolviera su trono en Yolco. Pelias creía que su sobrino no sería capaz de salir con bien de la difícil prueba porque el preciado vellocino estaba custodiado por un temible dragón que nunca dormía. Pero es que además Pelias sentía que era acosado por el espíritu de Frixo (que había huido para evitar que lo sacrificasen) el cual al morir se le negó el entierro adecuado, y según el Oráculo de Delfos, Yolco no prosperaría hasta que su ánima fuera conducida a su patria en una nave junto al vellocino de oro.

Mapa de la Argonaútica de Abraham Ortelius (1608)

Jasón envío emisarios a toda Grecia pidiendo voluntarios para emprender tamaña empresa. Pidió ayuda a Argo, hijo de Frixo, quien a su vez pidió consejo a la diosa Atenea, la cual les dijo que debían construir un navío muy resistente que fuera capaz de llevarlos hasta Cólquide. Jasón decidió poner a la nave el nombre de Argo en honor al hijo de Frixo.

Pero antes de embarcarse Jasón y sus compañeros ofrecieron un sacrificio al dios Apolo y los presagios se auguraron favorables.

La multitud despidió a los aventureros desde la playa de Págasas en Tesalia. Aunque uno de ellos, Idmón, sabía que ese sería su último viaje y que no regresaría, así interpretó él los presagios de Apolo.

Jasón y sus compañeros pusieron rumbo a la isla de Lemnos donde al arribar se encontraron una isla solo habitada por mujeres, ya que todos los hombres habían sido muertos por ellas mismas debido a una maldición que Afrodita lanzó a éstas. La maldición consistía en que los hombres vieran a sus mujeres como seres repugnantes por lo que fueron abandonadas por esclavas tracias. Las mujeres, despechadas, decidieron matar a sus maridos, y al no haber hombres no podían ser madres.

La llegada de los argonautas a Lemnos fue recibida con alegría por sus mujeres que vieron en su llegada la posibilidad de volver a engendrar. Y así fue.

De Lemnos, el Argo navegó hasta la isla de Samotracia, donde Jasón y sus compañeros se iniciaron en los misterios de Orfeo, el cantor olímpico por excelencia,  y luego siguieron viaje por el Helesponto  (estrecho de Dardanelos entre Europa y Asia) y llegaron a la isla de Cícico.

En Cícico su rey les acogió con hospitalidad y les ofreció un banquete en señal de amistad. A la noche siguiente los héroes zarparon para seguir su camino. Pero los vientos desviaron la nave, que antes de la salida del sol había vuelto a la isla de Cícico, aunque los argonautas no se dieron cuenta. Los habitantes de la isla tampoco los reconocieron y los tomaron por piratas, que con frecuencia asolaban las costas, y se entabló una dura batalla en la que el rey Cícico fue muerto por Jasón.

Con la llegada del amanecer, ambos bandos cayeron en la cuenta de su error y sobre el campo de batalla solo se escucharon lamentos y maldiciones. Al conocer la triste noticia la mujer de Cícico, desesperada, se suicidó. Y Jasón, apesadumbrado ordenó unos solemnes funerales en honor del rey Cícico, y antes de partir levantaron en la cumbre de un monte una estatua a la diosa Cibeles.

Siguiendo viaje una tempestad dirigió el Argo hasta las costas de Tracia y allí se encontrarían con el rey Fineo, que era hijo de Posidón y que padecía una terrible maldición impuesta por los dioses. Y es que las Harpías, seres mitad mujer y mitad ave, devoraban cualquier alimento que le pusieran por delante al infeliz Fineo que además era ciego, por lo que estaba a punto de morir de hambre.

Persecución de las Harpías de Erasmus Quellinus (1630)

Jasón sintió pena por el pobre Fineo y le prometió que le ayudaría sí le decía cuál sería el resultado de la expedición, puesto que Fineo poseía el don de la adivinación. Jasón pidió a sus compañeros Calais y Zetes que ayudaran al pobre y viejo rey, ya que al ser hijos del viento tenían alas con las que volaban muy rápidamente. El objetivo era perseguir a las Harpías por medio mundo hasta agotarlas y que prometieran dejar en paz a Fineo. Una vez que Fineo pudo comer y beber reveló a Jasón el futuro como gratitud. Les dio importantes indicaciones sobre la ruta a seguir en la siguiente etapa del viaje, y les advirtió que tuvieran cuidado con las temibles Rocas Azules. Si una paloma lograba pasar entre ellas debían seguirla, pero si no conseguía pasar entre las rocas lo mejor era abandonar la expedición pues los dioses no les serían propicios.

Cuando llegaron a las Rocas Simplégades, unas rocas que defendíasn la entrada del Bósforo, los aventureros soltaron una paloma como les había indicado Fineo y el ave logró pasar entre los peñascos fácilmente, pero en seguida éstos se cerraron por lo que los argonautas se vieron perdidos. Sin embargo, cuando la nave estaba a punto de tocar las rocas con su quilla éstas volvieron a abrirse y el Argo pudo terminar de pasar y seguir su viaje.

Al llegar al Ponto Euxino (Mar Negro) el primer puerto al que arribaron pertenecía al país de los mariandinos donde reinaba el rey Lico, el cual en seguida organizó una cacería para divertir a sus huéspedes. En esta cacería perdería la vida el argonauta Idmón al ser atacado por un jabalí, cumpliéndose así la profecía. Pero no sería el único, ya que la misma suerte corrió el piloto Tifis, que enfermó y murió.

Las Rocas Simplégades o Rocas Azules

Aunque tristes por la muerte de sus compañeros los argonautas siguieron viaje con la idea fija de volver triunfantes del mismo en homenaje de los compañeros muertos.

Continuaron por el río Termodonte, pasaron a orillas del país de las Amazonas y finalmente, tras una larga travesía por las costas del Cáucaso, llegaron a Cólquide.

Jasón le explicó a su rey, Eetes, el motivo de su viaje y éste le prometió entregarle el vellocino de oro si conseguía, sin la ayuda de nadie, ponerle el yugo a dos toros que exhalaban fuego y tenían pezuñas de bronce. Una vez superada la prueba tendría, además, que sembrar en un campo los dientes de un dragón. El héroe aceptó el reto.

Pero he aquí que Medea, hija de Eetes, se enamoró de Jasón y para conseguir su amor la astuta princesa le ofreció su ayuda, a cambio de que el héroe la hiciera su esposa y se la llevara a Grecia. Jasón aceptó su ayuda.

Medea le dió un bálsamo mágico con el que debía untar su escudo y su cuerpo antes de enfrentarse a los dos monstruosos toros, ya que poseía el poder de contrarrestar los efectos del fuego durante todo un día. Medea que además conocía bien las artes ocultas y la magia le confió a Jasón que los dientes del dragón generarían todo un ejército de guerreros que intentarían matarlo. Para evitarlo Jasón debía lanzar una piedra al centro del grupo con lo que conseguiría que los guerreros se atacaran entre sí y lo dejaran en paz.

Jasón y Medea de John William Waterhouse (1907)

Jasón comprobó que Medea tenía razón, pues tras conseguir poner los yugos a los toros, lanzó los dientes sobre los surcos hechos en la tierra y empezaron a brotar cientos de hombres que se lanzaron contra el héroe, el cual siguiendo los consejos de Medea, arrojó desde su escondite una piedra entre ellos y empezaron a enfrentarse entre sí hasta que no quedó nadie.

El rey Eetes, que no estaba dispuesto a cumplir su promesa a Jasón, intentó destruir el Argo y matar a los argonautas, pero no contó con la traición de su hija Medea, la cual gracias a sus conocimientos como hechicera consiguieron dormir al dragón que custodiaba el vellocino de oro y arrebatárselo.

Conseguido el toisón de oro Jasón y Medea huyeron a bordo del Argo, y aunque Eetes intentó perseguirlos pronto desistiría ya que Medea, dispuesta a todo con tal de marcharse con Jasón, no vaciló en matar a su hermanastro Apsirto que los acompañaba, dispersando sus miembros por el mar. Eetes quedó tan horrorizado por la acción de su hija que decidió cejar en su persecución.

La captura del Vellocino de Oro de Jean François de Troy (1742)

Zeus, enfurecido por el asesinato de Apsirto desvió al Argo de su ruta y lo encaminó hacia la isla de Ea donde reinaba Circe, la cual debía purificar a los argonautas, para que pudieran continuar el viaje.

Durante el largo viaje de regreso a Yolco la tripulación del Argo estuvo sometida a duras pruebas a manos del destino de las que salió victorioso.

Al llegar a Yolco cuenta la leyenda que Jasón entregó el vellocino de oro a su tío Pelias el cual le cedió su lugar en el trono del Yolco, donde reinaría muchos años junto a Medea.




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Referencias:
Robert Graves. Dioses y Héroes de la antigua Grecia. Editorial Tusquets (2015)
Robert Graves. Los Mitos Griegos II. Alianza Editorial (2011).