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Triclinio |
Erróneamente los romanos creían que cuanto más cómodo se estuviera mejor sentaría la comida y por ello adoptaban la postura recostada sobre el brazo izquierdo. Ya desde niños se les enseñaba a comer de esta manera, y así lo recoge Plinio "Comer con la mano derecha y apoyarse en la izquierda. Se les enseña a comer con la derecha y si extienden la izquierda se les reprende".
El hábito de comer acostados era considerado un símbolo de distinción social y era costumbre que cuando un señor adinerado o poderoso recibía en su casa invitados, estos debían despojarse de sus sandalias antes de entrar al triclinio y lavarse los pies (de eso se encargaba más bien un esclavo) y cambiar sus vestiduras por otras más cómodas.
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Mosaico de un banquete romano |
Los romanos no tenían tenedor por lo que comían con las yemas de los dedos, dejando sólo sin utilizar el dedo meñique y el anular, aunque para los alimentos líquidos u otros alimentos y preparaciones utilizaban diferentes tipos de cucharas. Al utilizar las manos para comer eran imprescindibles utilizar servilletas (mappae) que se utilizaban para limpiar y secar las manos entre un plato y otro, pero también para envolver alimentos para consumirlos en otro momento e incluso para sonarse la nariz. Era usual también que cada invitado llevara su propia servilleta.
Los grandes banquetes romanos suponían muchas veces un exceso para el cuerpo y para el estómago, por lo que era frecuente que los invitados se retiraran en algún momento para provocarse el vómito, a modo de remedio dietético, para poder seguir comiendo. Como decía Séneca "Los romanos comen para vomitar y vomitan para comer". Con tanto exceso alimenticio no era de extrañar que los eructos fueran vistos con buenos ojos, era una señal de que se disfrutaba con la comida. Incluso eructar se llegó a convertir en ley mediante un edicto promulgado por el propio emperador Claudio.
Se podría pensar que estos banquetes romanos tan copiosos y que solían durar varias horas se debían a la ausencia de lugares donde pasar el tiempo, a excepción de las termas o el barbero. Ofrecían por tanto una ocasión perfecta para confraternizar aprovechando una buena y opípara comida.
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Referencias:
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