31 marzo, 2020

EL DOCTOR IGNAZ SEMMELWEIS "EL SALVADOR DE LAS MADRES"

Retrato de Ignaz Semmelweis
En estos últimos meses que el Covid-19 está golpeando a todo el mundo, un gesto tan sencillo y cotidiano como lavarse las manos se convierte en una de las medidas más eficaces y fáciles para tratar de combatirlo. Un gesto que hace más de 150 años puso en uso el médico húngaro Ignaz Semmelweis, que demostró que el hecho de que los médicos se lavasen las manos en el hospital evitaba la muerte de mujeres que daban a luz por las fiebres puerperales.

Aunque Semmelweis empezó estudiando Derecho en Viena, pronto cambió sus estudios a los de Medicina, su verdadera vocación, siendo alumno de celebridades médicas de la Viena de su tiempo. En 1939 regresó a su ciudad natal, Budapest, al inaugurarse la Escuela de Medicina, donde prosiguió su formación. Sin embargo, la enseñanza no le convencía y retornó a Viena, donde se licenció en Medicina y empezó a trabajar con Carl Von Rokitansky, que se dedicaba a infecciones quirúrgicas.

La realidad que observa en el hospital le hace reflexionar, aunque se sigue operando no se trata de saber verdaderamente por qué causas un enfermo sucumbe antes que otros en casos idénticos.

Con 28 años Semmelweis obtiene el doctorado en obstetricia y se convierte en asistente en la maternidad del Hospicio General de Viena.

En su época se consideraba que los aires nocivos eran la causa de las infecciones, entre ellas la sepsis puerperal. En 1795 se publican los primeros estudios que recomiendan lavarse las manos tras asistir a enfermas afectadas de fiebre puerperal antes de atender a nuevas parturientas. Así, a principios del S.XIX el doctor L.J. Boër empezó a aplicar normas higiénicas en la Maternidad de Viena consiguiendo reducir la mortalidad materna hasta el 0.9%. Sin embargo, su sucesor el doctor Klein, dejó de aplicarlas lo que tuvo como consecuencia un ascenso en la mortalidad hasta el 29.3%, es decir que moría una de cada tres mujeres atendidas durante el parto en el hospital.

El médico estadounidense Oliver Wendell Holmes ya publicó en 1843 un artículo en el que recomendaba a los médicos lavarse cuidadosamente, cambiarse de ropa y esperar al menos 24 horas antes de atender a otra parturienta si habían estado en contacto con una enferma de fiebre puerperal. La mayoría de médicos rechazaron el método propuesto por Holmes.

Semmelweis observó la alta tasa de mortalidad entre las parturientas. En el hospicio había dos salas de partos, dirigidas respectivamente por los doctores Klein y Bartch (una para enseñar a los estudiantes de Medicina y la otra para formar a las matronas). En la primera, la mortalidad en 1846 era aterradora con un 96%. Preocupado, comenzó a estudiar las diferencias entre ambos pabellones. Y se dio cuenta que el de Klein era muy frecuentado por los estudiantes de medicina, que atendían a las parturientas después de las sesiones de medicina forense. La sala de partos de Bartch era más utilizada por las comadronas y la mortalidad se disparaba cuando los estudiantes visitaban a las parturientas. El buen doctor Semmelweis no cerró los ojos a la incómoda realidad, tenía claro que la causa de la fiebre puerperal era que los estudiantes transportaban algún tipo de materia putrefacta desde los cadáveres hasta las mujeres. Así explicó un hecho en apariencia desconcertante como era que las mujeres que daban a luz en sus casas o en la calle tuviesen una tasa de mortalidad muy inferior al grupo de mujeres que parían en el hospital, sobre todo si en éste eran atendidas por los estudiantes de medicina. Semmelweis denunció que la fiebre puerperal era originada por las partículas de cadáveres adheridas a las manos de los estudiantes.

Imagen idealizada de la desinfección implantada por Semmelweis en Viena

El doctor Klein no estuvo de acuerdo con las conclusiones de Semmelweis y responsabilizó a los estudiantes, a los que acusó de brusquedad en la realización de los exámenes vaginales y acusó a los estudiantes extranjeros, sobre todo a los húngaros, vistos con mucha desconfianza en Viena. Así devolvía la acusación formulada por Semmelweis y reivindicaba su inocencia. Klein expulsó a 22 estudiantes, lo que no hizo que la situación mejorase. Semmelweis se desesperaba de impotencia al observar como se sucedían las muertes.

Ignaz Semmelweis decidió tomar medidas y en octubre de 1846 obligó a los estudiantes a lavarse las manos antes de examinar a las embarazadas. Sin embargo el doctor Klein en vez de apoyar esta medida tomó otra bien distinta y no fue otra que destituirle de su puesto.

Semmelweis tras su despido realiza un viaje por Europa y retorna a Viena, donde esperaba que el doctor Skoda le consiga una plaza en el hospital que dirige.

Su hipótesis se ve reforzada cuando fallece el profesor de anatomía Kolletchka, tras herirse durante una disección y morir de los mismos síntomas de la fiebre puerperal. La conclusión a la que llega es evidente, la causa de la enfermedad son los exudados de los cadáveres.

Gracias al doctor Skoda, Semmelweis es nombrado ayudante en la sala dirigida por el doctor Bartch. Su consigna al llegar allí es "lavarse las manos". Además solicita que los estudiantes de la sala de Klein pasen a la sala de Bartch, y lo que ocurre es que la mortalidad sube del 9% al 27%. Decide entonces preparar una solución de cloruro cálcico y obligar a que se laven las manos a los estudiantes que previamente hubieran trabajado en el pabellón de disecciones ese día o el anterior. Con ello la mortalidad desciende al 12%. Consulta los archivos de la Maternidad de Viena desde 1784 hasta 1848 y cruza los datos de partos, defunciones y tasas de mortalidad. Se da cuenta que él mismo es el causante de varias defunciones ya que en Junio de 1848 asiste a una mujer con cáncer de útero y a continuación realizó una exploración a cinco parturientas, muriendo todas ellas de fiebre puerperal. Al hacer que los estudiantes se laven las manos con la solución de cloruro cálcico la mortalidad cae a un 0.23%.

Gráfica en la que se observa el descenso de la mortalidad desde
que Semmelweis instauró el lavado de manos con cloruro cálcico

La demostración era irrefutable, pero inexplicablemente no le hacen caso, Semmelweis era un modesto médico húngaro que está acusando de suciedad y descuido a los prestigiosos médicos de la próspera y poderosa Viena. Se le acusa de haber falseado las estadísticas y de que su experimento es erróneo.

Mientras los médicos polemizan y se niegan a dar su brazo a torcer, las parturientas seguían falleciendo, a pesar de que el remedio era de lo más simple. Y aunque a Semmelweis le apoyan los doctores Skoda, Rokitansky, Hébra, Heller y Helm, prevalece la opinión del influyente Klein, por lo que el 20 de Marzo de 1849 es expulsado de la Maternidad.

Entonces Semmelweis se traslada a Budapest en plena insurrección contra los Habsburgo viviendo en condiciones penosas. Un amigo consigue que lo acepten en la Maternidad de San Roque de Budapest, donde redactaría, en 1861, su obra fundamental De la etiología, el concepto y la profilaxis de la fiebre puerperal, en la que expone sus teorías. Pero también en Budapest sus consejos higiénicos son ignorados, lo que le lleva a una depresión. En ese periodo redacta también una serie de pasquines incendiarios en los que carga contra sus colegas médicos que lo habían ignorado acusándoles abiertamente de "asesinos".

Tras estos hechos su ex compañeros le ridiculizan y le describen como un desequilibrado. Exasperado, se dedica a pegar carteles en Budapest advirtiendo a las embarazadas del riesgo que corren si acuden a los médicos.

Semmelweis acabaría siendo internado en una institución mental mediante engaños, donde tres médicos, ninguno de ellos psiquiatra, aprobaron su reclusión involuntaria. Y allí murió en 1865 a los 47 años, seguramente debido a los malos tratos que en el sanatorio mental recibió. La prensa médica a penas se hizo eco de su fallecimiento y tampoco hubo obituarios reconociendo sus méritos.

Monumento erigido a Ignaz Semmelweis en Budapest


Sin embargo, sobre su muerte circula una leyenda que dice que, en un arranque de locura, se cortó a sí mismo y la herida le produjo la temida fiebre contra la que combatió durante toda su vida.

El buen doctor Ignaz Philipp Semmelweis sería conocido más tarde como "el salvador de madres" y su teoría aceptada años más tarde cuando Louis Pasteur desarrolló la teoría de los gérmenes como causantes de las infecciones.




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Referencias:
Edward Jenner e Ignaz Philipp Semmelweis. Vacunas y antisépticos antes de la teoría microbiana
Ignaz Semmelweis, o cómo evitar contagios con tres palabras: lavarse las manos