26 septiembre, 2016

DICHO CON HISTORIA: METERSE EN CAMISAS DE ONCE VARAS

Quien no ha escuchado más de una vez la expresión "meterse en camisas de once varas", ya sea porque nos la han aplicado a nosotros, ya sea porque nosotros se la hemos aplicado a alguien.

Esta expresión viene a significar, según la RAE, "inmiscuirse en lo que no le incumbe o no le importa", y se aplica también cuando nos complicamos la vida sin necesidad o se afronta una tarea superior a nuestras facultades.

Este dicho popular tiene un origen medieval. Sí desmenuzamos esta expresión, primero tenemos la vara, que era la medida usada antiguamente para cortar telas y equivalía a 83,5 cm. Por tanto, un lienzo de tela de once varas mediría aproximadamente nueve metros, lo cual suponía una pieza larguísima. De ahí que en la Edad Media se usara ese término para de las "once varas" para referirse de forma exagerada a algo muy grande y muy largo. Además el número once se consideraba un número indefinido usado para expresar la idea de "muchos".

En segundo lugar tenemos la camisa. En la Castilla medieval, la ceremonia de la adopción consistía en simular un parto metiendo al adoptado por la manga de una camisa grande, para sacarlo por el cuello de la misma. Cuando el pequeño asomaba la cabeza, el padre lo besaba, quedando así confirmado como hijo. Se entiende entonces que la camisa utilizada para el ceremonial de adopción tenía que tener unas dimensiones y una holgura importante como para que el niño pudiera meter la cabeza por la manga y sacarla por el cuello sin más problema, máxime si pensamos que el adoptado podía tener ya unos cuantos añitos.


Ejemplos de este ritual de adopción aparece en las crónicas de la época y en la literatura, como se puede constatar en el romance de los "Siete Infantes de Lara" (leyenda conocida a partir de textos conservados en crónicas medievales) que cuenta que  doña Sancha Velázquez adoptó como hijo legítimo y heredero a Mudarra  González, que se convertiría en el vengador de sus siete hermanos.

Fragmento del cantar de gesta "Los Siete Infantes de Lara" donde se relata la ceremonia de la adopción de Mudarra González por doña Sancha Velázquez:


"Doña Sancha dijo al conde: Señor, cuando mañana sea caballero don Mudarra, yo quiero recibirlo como hijo y heredarle mis bienes ante vos. Y el conde le dijo que le placía mucho y estaría muy contento.

Cómo fue bautizado don Mudarra González y cómo lo tomó por hijo doña Sancha y le heredó sus bienes. Y de los hechos que hizo cuando fue cristiano.

Cuenta la historia que el otro día por la mañana, cabalgó el conde don García Fernández con mucha compañía. Y fueron a la casa de don Mudarra González y fueron con él hasta Santa María que era iglesia de Burgos. Y entonces lo bautizaron y fue su padrino el conde y otros hombres buenos. Y doña Sancha fue su madrina y lo recibió por hijo como manda el fuero de Castilla. Entonces lo tomó y lo metió por una manga de una camisa de seda que vestía y lo sacó por la otra. Y el que antes se llamaba Mudarra Gonzalez no quiso que le quitasen su nombre. Y luego en ese momento se hizo caballero".

Las adopciones comportaban responsabilizarse de los problemas que podía conllevar, puesto que se hacía por decisión propia y no por necesidad. De hecho, a veces las adopciones no salían bien, ya fuera a causa del adoptado o del adoptante, y ahí se aplicaba también el dicho de "meterse en camisa de once varas" por las complicaciones que se derivaban de la adopción.

Pero una camisa de dichas dimensiones para tales ceremonias, era de suponer que se tratara de una exageración, y este dicho popular tendría más lógica y seguiría manteniendo su significado si se toma en sentido hiperbólico como "no hay manera de desenvolverse en una camisa tan grande".

Aunque también existe otra acepción para esta expresión de origen medieval y tiene una connotación militar o bélica ya que la "camisa" es la parte exterior de una muralla, de modo que luchar en esa zona  podía resultar algo muy arriesgado e inútil.

Una expresión muy utilizada aún hoy día y con un origen curioso la de este dicho.


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Referencias:
https://capsuladelengua.wordpress.com/2010/09/11/meterse-en-camisa-de-once-varas/
http://www.yorokobu.es/meterse-en-camisa-de-once-varas/

19 septiembre, 2016

UN BESO PARA LA HISTORIA: GRETA ZIMMER Y GEORGE MENDONSA

Greta Zimmer y George Mendonsa.
Fotografía de Alfred Eisenstaedt.
La semana pasada fallecía Greta Zimmer. Ella y George Mendonsa serían retratados el 14 de agosto de 1945 celebrando el final de la Segunda Guerra Mundial (en su frente asiático) en una imagen que ha pasado a la historia, y que seguro hemos visto más de una vez.

Aquel día Greta Zimmer (21 años de edad) enfermera de profesión (en realidad asistente dental) y George Mendonsa (22 años de edad), marinero que había combatido en el Pacífico y que se encontraba de permiso, se encontraron casualmente  en Times Square, en pleno corazón de Manhattan, celebrando como otras muchas personas el final de la guerra. Otras muchas parejas se besarían seguro aquel día en el mismo lugar, pero solo a ellos captaría la cámara del fotógrafo Alfred Eisenstaedt (fotoperiodista de origen polaco), inmortalizando aquel momento que aparecería en la revista Life.

El beso entre Greta y George, que no se conocían de nada, fue fruto de la alegría del momento, no tuvo ningún componente romántico. George Mendonsa había acudido con una amiga a ver una película al Radio City Hall,  la cual fue interrumpida para anunciar que la guerra había terminado. Inmediatamente George salió a la calle a celebrar la buena noticia, encontrándose con Greta, que había escuchado los rumores del fin de la guerra en la consulta donde trabajaba y a la hora del almuerzo salió a comprobarlo. Mendonsa al verla en uniforme de enfermera besó a Greta en agradecimiento a la labor de las enfermeras en el cuidado de los soldados heridos en combate.

Tras el beso ambos se separaron, ni siquiera se pidieron los nombres y ya no volvieron a verse. Según Greta Zimmer, nunca supo que le habían hecho una foto ese día, lo descubriría veinte años mas tarde cuando vio la fotografía titulada " V-J Day" en el libro de Alfred Eisenstaedt "El ojo de Eisenstaedt". Greta escribiría a la revista Life para pedir una copia, pero no se la dieron, diciéndole además que muchas personas se hicieron pasar por la protagonista de la famosa fotografía, y que ya habían encontrado a la auténtica enfermera. Greta Zimmer no le dio más importancia al asunto.

Greta Zimmer y George Mendonsa en 1945.

En 1980 la revista Life llevaría a cabo nuevas investigaciones sobre la famosa fotografía, puesto que siempre existieron dudas sobre la identidad de los retratados, ya que Eisenstaedt no preguntó sus nombres, apareciendo en la publicación Life sin identificar. Las nuevas pesquisas, en las que la publicación del libro "El marinero que besaba: el misterio detrás de la fotografía que puso fin a la Segunda Guerra Mundial" fue clave,  determinaron que Greta Zimmer y George Mendonsa eran los verdaderos protagonistas de la célebre imagen.

En el año 2012 los ya ancianos, Greta y George, se reencontraríann en Times Square, pero la situación era totalmente diferente. Ambos mantuvieron desde entonces un discreto contacto, se reunieron en distintas ocasiones recordando con humor aquel momento, y se intercambiaban postales por Navidad.

Greta Zimmer y George Mendonsa hace unos años.

Greta Zimmer era judía de origen austriaco, sus padres murieron en un campo de concentración, y ella junto a su hermana huyeron de Austria recalando en Estados Unidos, cuando  Greta contaba con sólo quince años de edad. Tras terminar su trabajo en la clínica, se licenció en artes y tuvo dos hijos. En los últimos años se dedicó a restaurar libros. En cuanto a George Mendonsa, es un pescador ya jubilado, también casado, de noventa y tres años.

Greta Zimmer y George Mendonsa quedaran siempre en el recuerdo en una imagen para la historia.


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Referencias:
http://internacional.elpais.com/internacional/2016/09/11/mexico/1473557069_992290.html
http://www.infobae.com/2015/08/14/1748321-a-70-anos-del-beso-que-cerro-la-segunda-guerra-mundial/



12 septiembre, 2016

EL HUNDIMIENTO Y RESCATE DEL LACONIA

El 12 de septiembre de 1942, en el contexto de la Segunda Guerra Mundial, se produjo el naufragio del buque inglés Laconia tras ser torpedeado por el submarino alemán U-156. Pudo haber sido un acto de guerra más, pero no lo fue.  Contra todo pronóstico el "Laconia" sería horas más tarde ayudado por el mismo submarino alemán que lo hundió.

El buque inglés "Laconia"

El Laconia era un buque mercante armado británico destinado al transporte de soldados y prisioneros. El submarino alemán U-156 era un sumergible de largo alcance capitaneado por Werner Hartenstein. El hundimiento del "Laconia" se dio en el marco de la batalla del Atlántico (desde septiembre de 1939 hasta el final de la guerra) que enfrentaría a la armada británica con los grandes navíos alemanes U-Boot, que tenían la misión de bloquear al Reino Unido destruyendo los buques mercantes que le suministraban recursos.

Lugar del hundimiento
del Laconia
El "Laconia" se dirigía a Ciudad del Cabo y contaba con 268 soldados británicos con permiso, 80 mujeres y niños, una tripulación de 436 hombres y más de 1.400 prisioneros de guerra italianos además de suboficiales polacos que los custodiaban. El barco inglés era un objetivo puesto que se trataba de un crucero mercante armado. En la mañana del 12 de junio de 1942 el "Laconia" fue avistado cuando se encontraba a 400 km al noreste de la Isla Ascensión siendo torpedeado esa misma noche.

Desde el buque inglés se prepararon las embarcaciones de emergencia y se emitía un S.O.S pidiendo auxilio. El propio submarino alemán U-156 escuchó el mensaje de auxilio y decidió aproximarse al barco que poco antes había torpedeado. En seguida vieron a los primeros náufragos, y el capitán del submarino alemán Wermer Hartenstein conmovido y sorprendido al comprobar que el barco transportaba mujeres y niños, decidió emerger y ayudar en el rescate arriesgando el sumergible ya que durante las tareas de rescate bien podían aparecer barcos o aviones enemigos que respondieran al mensaje de socorro del "Laconia".
Capitán Werner Hartenstein

El Alto Mando de Submarinos alemán encabezado por el comandante Dönitz ordenó al U-157 y a otros submarinos alemanes cercanos continuar con las labores de rescate. Al rescate se uniría también el sumergible italiano "Capellini" y se solicitó ayuda a los buques de guerra franceses del gobierno de Vichy situados en Dakar.

Los marineros del U-157 izan a cubierta a cuantos náufragos pueden rescatar y al cabo de unas horas el submarino alemán está repleto de supervivientes. Habían recogido a más de 200 personas y habían muchas más en el agua, pero ya no había cabida en el sumergible de Hartenstein.

Durante las tareas de rescate desde el U-156 el capitán Hartenstein radia de forma insistente en inglés el mensaje de que tiene a bordo supervivientes del Laconia, ofreciendo a cualquier barco enemigo una tregua para acercarse y ayudar, siempre y cuando no sean ellos mismos atacados ni por barcos ni aviones enemigos.

Los submarinos alemanes recogieron también a numerosos náufragos, mujeres y niños fueron acomodados en los sumergibles, mientras que numerosos botes salvavidas fueron remolcados.

Hartenstein había hecho desplegar en el U-156 una gran bandera blanca con una cruz roja hecha con sábanas.

Náufragos del Laconia a bordo del U-156
Las tareas de rescate continuaban cuando el día 16 de septiembre aparece en la zona un bombardero B24 americano que sobrevuela los restos del naufragio. Se hacen señales desde el U-156 al bombardero americano de que necesitan ayuda y que han rescatado a personal aliado junto a mujeres y niños. El piloto del bombardero B24 informa a su base de Isla Ascensión solicitando órdenes al respecto. Recibió la orden de atacar al submarino alemán. El bombardero realizó dos pasadas rasantes lanzando dos bombas que no alcanzaron al sumergible alemán pero sí a una de las lanchas y provocando el vuelco de otra. Algunos de los supervivientes alojados en el U-156 cayeron al mar muriendo, pero Hartenstein ya no podía hacer nada más y viéndose obligado a sumergirse y a abandonar la zona en previsión de nuevos ataques, puso rumbo de regreso a su base. Solo le daría tiempo a trasladar a unos cuantos británicos e italianos a los botes salvavidas.

Rescate del Laconia por los submarinos alemanes
El 17 de septiembre aparecieron las naves francesas, el crucero "Gloire" y el destructor "Annamite" en donde se alojó a los supervivientes del naufragio. Durante el proceso fue atacado otro de los sumergibles alemanes que habían acudido al rescate que tuvo que realizar una inmersión de emergencia cuando tenía en su cubierta a casi 200 náufragos. Tras este último a taque se terminó de trasladar a los supervivientes a los buques galos.

En total se rescataron a 1.111 personas, aunque algunos de los rescatados morirían más tarde a causa de las heridas. Fueron rescatados 450 italianos, 588 británicos y 73 polacos.Los tres submarinos alemanes que participaron en el rescate serían hundidos en el transcurso de la guerra.

Del incidente  del Laconia se puede deducir que el humanitarismo en la guerra submarina no era muy habitual. De hecho la tripulación del bombardero americano B-24 sería condecorada posteriormente cuando la realidad es que las únicas víctimas de sus ataques fueron los náufragos del Laconia.

Capitán Hartenstein junto a la tripulación del U-156

De hecho a partir de lo ocurrido con el Laconia y en vista que las acciones humanitarias alemanas habían sido ignoradas el comandante Dönitz decretó la conocida como "orden Laconia" por la cual se prohibía en adelante socorrer a los miembros de las tripulaciones enemigas hundidas y que sería utilizada en su contra en los juicios de Nuremberg de 1946.

Señalar que existe una miniserie de televisión, coproducción británico alemana, titulada "Laconia, el hundimiento".
http://www.filmaffinity.com/es/film959770.html


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Referencias:
http://lakriegsmarineencastellano.blogspot.com.es/2012/04/el-hundimiento-del-laconia.html
http://www.u-historia.com/uhistoria/basehtml/inbusca.htm



02 septiembre, 2016

LA LEYENDA DE PROMETEO: SÍMBOLO DE LIBERTAD

Prometeo de Gustave Moreau (1868)
El mito de Prometeo ocupa un lugar destacado en la antigua concepción griega sobre el origen del universo, los dioses y el hombre. Prometeo era hijo del titan Jápeto y primo de Zeus, y aparece en la mitología griega como creador del hombre al cual habría modelado con arcilla. Por ello es considerado como el principal benefactor de los humanos.

En la Grecia arcaica la subsistencia humana sobre la Tierra era complicada. Una climatología muy adversa hacía que se perdieran las cosechas y los rebaños. Se dice que los pueblos comenzaron a hacer sacrificios a los dioses buscando su piedad y los libraran de todos sus padecimientos. Estos sacrificios consistían en inmolar animales en los altares dedicados a los dioses.

Prometeo se apiadó de los hombres y decidió ayudarlos. El buen Prometeo se dirigió a la región de Mecone donde los hombres se disponían a sacrificar un buey a Zeus. Y allí Prometeo urdió un ardid para engañar a Zeus y lo hizo dividiendo el buey en dos partes. En una parte colocó la carne que disimuló con la piel del animal y en otra parte puso los huesos y los cubrió con grasa blanca. Entonces le dio a escoger a Zeus una de las partes, y la parte que no escogiese sería para los hombres.

Zeus, que no imaginaba que Prometeo le estaba engañando, eligió el montón cubierto con la grasa blanca. Pero cuando el vengativo Zeus se dio cuenta del engaño castigó a los hombres quitándoles el fuego y advirtiendo a Prometeo que si osaba engañarlo nuevamente tomaría también represalias contra él.

Estatua Zeus Museo del Hermitage
Según la mitología Prometeo enseñó a los hombres a utilizar el fuego, pero también les enseñó otros conocimientos como dar nombre a las plantas y a los animales, a observar el cielo y los astros para navegar y medir el transcurso del tiempo. Además también les enseñó el uso de la palabra y el arte de la escritura.

Prometeo pensaba que el hombre estaba destinado a dominar la Tierra y a imponerse sobre los dioses, y ayudado por Atenea concibió un plan para devolver el fuego a los hombres. El plan consistía en que cuando Helio (el Sol) pasara con su carro junto a Prometeo, éste acercaría una caña a una de las ruedas y con la llama escondida escaparía hasta la región de Arcadia. Al llegar amontonó en el bosque un poco de leña y acercó la caña encendida formándose una gran hoguera.

La nueva desobediencia de Prometeo fue considerada por Zeus como una deshonra a su divinidad y como castigo ordenó a Hefesto que encadenara a Prometeo con grandes cadenas al monte Tártaro en el extremo oriental del mundo. Pero aún habría de añadir más crueldad Zeus al castigo y es que un águila devoraría durante el día el hígado del pobre Prometeo regenerándose de noche, con lo cual Zeus pretendía hacer eterno el castigo a Prometeo.

Heracles © Ad Meskens/WikiMediaCommons
Así pasaría Prometeo muchos siglos atada a la roca del Tártaro. Pero un buen día las vidas de Heracles y Prometeo coincidieron cuando el hijo de Zeus iba buscando las famosas manzanas del jardín de las Hespérides. Heracles que además de valeroso tenía buen corazón se compadeció de Prometeo y lo liberó de sus cadenas. Zeus como siempre montó en cólera  cuando se enteró de la nueva acción contra su autoridad, pero como ésta había sido cometida por su hijo Heracles pues no protestó demasiado ni tomó represalias.

Pero para que no fuese burlada su promesa de castigar eternamente a Prometeo y conservar su autoridad, Zeus ordenó que llevara siempre un anillo fabricado con las cadenas y un trozo de la roca a la que permanecería atado por siempre.

Prometeo entraría en el Olimpo de los inmortales al traspasarle la inmortalidad el centauro Quirón (ya contaré su historia en otra ocasión) como premio a su coraje y a su ejemplo.

El bondadoso Prometeo en el futuro seguiría ayudando a los hombres. Y los grandes poetas griegos lo presentarían como un modelo educativo a seguir por los hombres de su época y los venideros porque les enseñó el valor de la libertad, simbolizando la voluntad de los hombres de rechazar todo tipo de opresión.

Prometeo lleva el fuego a la humanidad.
Heinrich Friedrich Füger (1817)



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Referencias:
Robert Graves (1965). Dioses y héroes de la antigua Grecia. Lumen.