14 noviembre, 2021

LA REFORMA PROTESTANTE Y LA RUPTURA DE LA IGLESIA

 Durante mil años la Iglesia Católica había dominado en la Europa occidental. Los desafíos a las autoridades y dogmas eclesiásticos habían sido siempre aplastados como lo demuestran los miles de herejes e infieles que murieron quemados en la hoguera o tras los tormentos a los que eran sometidos. 


Martín Lutero en el círculo de reformadores (1625-1650)


Sólo quedaban corrientes subterráneas de resistencia organizadas en redes clandestinas de radicales religiosos como los valdenses en el suroeste de Europa, los husitas de Bohemia y los lolardos en Inglaterra, que incluso habían conseguido en el pasado tener grandes masas de seguidores, pero ninguno de estos grupos fue lo suficientemente fuerte como para fracturar la iglesia. Y eso sería justamente lo que logró la Reforma protestante desde 1521 gracias a la madurez de las nuevas fuerzas sociales que habían ido creciendo durante el período bajomedieval en Europa. 


En ese ambiente de anhelos de reforma las primeras en llevarlas a cabo serían las órdenes religiosas, unas en un retorno a los orígenes fundadores de las mismas y marcadas por la fascinación del rigor; y otras órdenes en un sentido más en consonancia con las necesidades de la sociedad.


Antes de Martín Lutero ya habían surgido voces críticas como la de Erasmo de Róterdam, maestro del pensamiento humanista, que estaba a favor de que los Evangelios fueran accesibles a todo el mundo y abogaba por la integridad espiritual aunque seguía defendiendo el catolicismo. 


Además el ambiente que envolvió a la Reforma en Europa y, sobre todo en Alemania, de que el fin del mundo estaba cerca espoleó los ánimos reformadores. Los primeros reformadores simplemente querían una Iglesia más pura y en la que la fe en Dios fuese la clave de la salvación.


Lutero clava sus 95 tesis de Ferdinand Pauwels(1872)


La crisis en la iglesia comenzaría a nivel ideológico,  pues la corrupción campaba a sus anchas dentro de la misma. Y así, el papado se había convertido en un codiciado premio por el que combatían las más importantes familias aristocráticas italianas. Cardenales y obispos se enriquecían con múltiples nombramientos. Las indulgencias, es decir, el perdón de los pecados eran vendidas a buen precio. Muchos monjes habían olvidado el voto de pobreza y vivían en la opulencia. Incluso la misma iglesia como institución poseía vastas propiedades rústicas con abades y obispos tremendamente ricos.


Todo esto casaba muy mal con el mensaje que la iglesia pretendía dar, había una hipocresía implícita en la corrupción de la iglesia. A sí que cuando en 1517 el clérigo agustino Martín Lutero clavó sus 95 tesis en la puerta de la iglesia de la Universidad de Wittenberg obtuvo un apoyo generalizado sentando las bases de la ruptura moral e institucional de la cristiandad.


Las represalias contra Lutero llegaron, en forma de excomunión decretada por León X y convertido en proscrito en el Imperio por hereje, no le impidieron seguir adelante. Lo que hacía revolucionario el mensaje del monje agustino era su rechazo de la autoridad eclesiástica. Su teología se basaba en leer e interpretar la Biblia según su propio juicio, la salvación venía a través de una relación personal con Dios, sin intermediarios. 


Muchos príncipes alemanes se unirían a la Reforma luterana por su hostilidad hacia el Papa y al Sacro Emperador Romano, y también como forma de encauzar a los protestantes más radicales que podían amenazar su riqueza y poder.


La imprenta se convirtió en un elemento importante pues permitió poder traducir la Biblia del latín a las lenguas vernáculas haciéndola más accesible al pueblo además de difundir las nuevas ideas.


Juan Calvino (Biblioteca Pública Universitaria de Ginebra)


Otro de los protagonistas de la Reforma sería Ulrico Zwinglio que predicaría la Reforma en Zúrich, pero al contrario que Lutero no concebía la reforma religiosa sin una reforma social. Intentó imponer la Reforma en Suiza por las armas perdiendo la vida en el intento.


La segunda fase de la Reforma sería encabezada por Juan Calvino, un humanista laico que vivía en Ginebra, que rechazando toda jerarquía eclesiástica proponía una reforma mucho más rigorista que conllevaba la práctica de la religión y la organización de la vida civil según un severo e intransigente código de conducta basado en la doctrina de la predestinación y la Eucaristía.


La Reforma se consolidó por Europa, fue el resultado de la interacción de varios elementos, situaciones, fuerzas, personalidades y acontecimientos, como los movimientos teológicos de renovación en el seno de la propia Iglesia, el descontento generalizado con los abusos, la riqueza y la corrupción de la Iglesia y ante todo de la propia Roma, los intereses políticos de los príncipes alemanes, la personalidad de Lutero, la situación interna muy favorable al cambio.


En Inglaterra la Reforma anglicana comenzaría a cristalizar a partir de 1529 más por razones políticas y jurídicas que por razones religiosas y teológicas, como un conflicto por la supremacía entre la autoridad papal y el poder del rey, Enrique VIII.


Extensión de la Reforma Protestante


Lutero y los distintos reformadores enlazaron con las exigencias a favor de un cristianismo esencial y purificado que  se vislumbraba ya en los siglos XIV y XV y supieron hacer coincidir la reforma religiosa con los intereses políticos de distintos estados.


Las repercusiones que tendría la Reforma se traducirían en las guerras de religión, la Contrarreforma católica y la fractura norte-sur, pues los países de cultura anglosajona, germánica y escandinava optaron por el protestantismo, y los países latinos y eslavos mantuvieron la lealtad católica.



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Bibliografía:

Egido López, T. Las Reformas Protestantes. Editorial Síntesis. 1992.

Fusi Aizpurua, J.P. Breve Historia del Mundo. Editorial Galaxia Gutenberg. 2016

Faulkner, N. De los neandertales a los liberales. Editorial Pasado y Presente. 2014.

Bloch, J y André, L. La Reforma Protestante. Editorial Plurilingua Publishing. 2017




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