Cráneo trepanado con sílex. Neolítico 3.500 a.C |
Ahora bien, que nuestros antepasados lejanos se interesasen por los males que tenían lugar en sus cuerpos, no significa que supiesen explicar tales "trastornos". No es de extrañar entonces que las medicinas antiguas o paleomedicinas estuvieran basadas en un mezcla de creencias mágicas y religiosas con prácticas empíricas (como es el uso de plantas), carentes de base científica.
Una creencia frecuente era la de considerar a los enfermos como victimas de un enemigo que lo había hecho objeto de un maleficio mágico o de un demonio o dios al que el enfermo habría molestado. De ahí que entre los primeros médicos se encuentren los hechiceros o chamanes.
La medicina es una ciencia, pero también una técnica y como tal, se introdujeron instrumentos o prácticas útiles mucho antes de que se dispusiesen de explicaciones científicas. Y así, se conoce la técnica de la trepanación craneal desde muy antiguo, encontrándose evidencias en cráneos trepanados del Neolítico europeo.
En cuanto a las enfermedades, hace cinco o seis millones de años, los homínidos anteriores al Homo Sapiens, vivieron como cazadores y recolectores en pequeños grupos de no más de 100 individuos, lo que se mantuvo hasta que los modernos humanos se convirtieron en agricultores y ganaderos. La baja densidad de población y el nomadismo existente hacía que los grupos humanos se viesen menos afectados por infecciones bacterianas que dependen del contacto directo entre individuos, lo que significa que no debieron existir enfermedades como el sarampión, la viruela, la tos ferina o la poliomielitis. Sin embargo, sí que pudieron darse enfermedades víricas caracterizadas por mantenerse en estado latente y manifestarse de manera recurrente como el herpes simple o la varicela. Además el nomadismo de los homínidos y de los humanos primitivos evitaba que las aguas se contaminaran y que el almacenamiento de los deshechos se convirtiera en foco de insectos transmisores de enfermedades infecciosas.
Las fuentes principales de enfermedades debieron de proceder de la ingestión de carne de animales con microorganismos que éstos portaban. Variedades de este tipo de enfermedades serían la triquinosis, el tétanos o la esquistosomiasis, una enfermedad debilitante producida por parásitos. También es posible que se diesen formas de tifus, malaria y fiebre amarilla, aunque en menor proporción y debido por el contacto entre individuos de especies diferentes. Con el desarrollo de la ganadería este tipo de enfermedades entre los humanos aumentarían.
Tratamiento de la migraña recogido en un papiro egipcio |
En algunas tumbas u otros lugares correspondientes al Antiguo Imperio Egipcio, han aparecido inscripciones en las que se especifican los nombres de "jefes de médicos", "oculistas", "médicos del vientre", "dentistas", "intérpretes de los líquidos escondidos en el interior". Unido a esto se puede decir que la farmacología egipcia estaba también muy desarrollada y se servía de productos vegetales, minerales o animales como bebedizos, pomadas y cataplasmas, que constituían remedios muy habituales.
También se han hallado en Mesopotamia restos arqueológicos que prueban la existencia de prácticas médicas.
Se observa que en esas épocas los conocimientos y remedios médicos aún eran muy primitivos y elementales, lo que no significa que no existiese una práctica médica sometida a una serie de regulaciones. Así por ejemplo, en el Código de Hammurabi (1.750 a.C), se aparecen una "Reglamentación legal de la práctica de los sanadores de rango inferior" en la que queda claro que la profesión de cirujano comportaba una serie de riesgos importantes, incluso la muerte, si se producía la muerte del paciente, si se trataba de clase alta. También es de destacar el Papiro Ebers (hacia el 1.500 a.C), uno de los tratados médicos y de farmacopea más antiguos conocidos, y que contiene descripciones de fármacos procedentes de plantas con indicaciones terapéuticas.
Un problema para que la medicina avanzara era el poder acceder al interior del cuerpo humano. Las parte exteriores como la cabeza, el tronco y las extremidades proporcionaban un conocimiento muy superficial del cuerpo. Acceder al interior del cuerpo humano producía graves daños al individuo lo que explica las dificultades que había que vencer para profundizar en el conocimiento de la estructura interna del cuerpo. Lo que se avanzaba se debía a a los traumatismos producidos por acciones exteriores violentas como fracturas de huesos, heridas producidas en combates, amputaciones accidentales de extremidades. Los traumatismos permitían observar directamente y de ello se derivaron las acciones destinadas a intentar restablecer los cuerpos a sus estados originales. Así por ejemplo, la reducción de las fracturas ayudó al conocimiento del esqueleto y de los tendones. El embalsamamiento de los faraones contribuyó al conocimiento de la anatomía y a la práctica de la cirugía y proporcionó un conocimiento de las cavidades del organismo.
La disección humana, que podía ayudar a conocer el interior del cuerpo se topó a menudo con dificultades y prohibiciones, siendo una práctica poco utilizada e incluso prohibida en algunas culturas, al considerarse el cuerpo humano sagrado.
Papiro Ebers |
La medicina al ser una actividad tan necesaria para el ser humano se estableció por todo el mundo, por lo que médicos e ideas sobre la materia médica aparecieron en todas las culturas. Y así, a parte de los ejemplos de Mesopotamia y Egipto, destaca también la medicina en China y la India.
Los textos más antiguos de la medicina india son las colecciones atribuidas a Sushuruta y Charaka, escritas hacia el S.I a.C. textos que combinaban anatomía con sintomatología y recetas.
En cuanto a la medicina china destaca la práctica de la acupuntura, basada en en una vieja idea china que entiende la salud y la enfermedad como producto de la relación entre dos principios opuestos, el yang (positivo, cálido, seco) y el ying (negativo, frío, húmedo). La acupuntura trataba de restablecer el equilibrio correcto entre estos dos principios.
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Referencias:
J. M. Sánchez Ron y A. Mingote. Una Historia de la Medicina: de Hipócrates al ADN. Crítica. 2013.
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