18 diciembre, 2016

EL ENGAÑO DEL HOMBRE DE PILTDOWN.

Un 18 de Diciembre de 1912 se daba a conocer el descubrimiento de unos restos craneales humanos (los más antiguos encontrados hasta entonces), hallados en un pozo de guijarros en Piltdown (Inglaterra) por parte del arqueólogo aficionado Charles Dawson, aunque, supuestamente, habían llegado a sus manos a través de uno de los trabajadores de la cantera. El hallazgo fue conocido como el "Craneo de Piltdown" aunque pasaría a la historia como uno de los mayores fraudes de la historia de la paleontología.

Discusión sobre el el cráneo de Piltdown de John Cooke (1915)

Los restos aparecidos en Piltdown le parecieron más que interesantes a Dawson, quien los llevó al Museo Británico de Historia Natural donde fueron examinados por el responsable del departamento de geología del museo, Arthur Smith Woodward, quien las encontró igualmente dignas de estudio. Ambos, junto a Pierre Teilhard de Chardin (religioso, paleontólogo y destacado filósofo francés) iniciaron nuevas búsquedas en Piltdown que dieron lugar a nuevos hallazgos como más fragmentos de cráneo, una media mandíbula con dos molares, todo en el mismo nivel del yacimiento, con lo que era de suponer que pertenecían a un mismo individuo.

El caso es que la comunidad científica en general celebró el descubrimiento de los restos del conocido "Hombre de Piltdown" científicamente bautizado como Eoanthropus dawsoni, pues en él confluían rasgos humanos y simiescos, y por ello, fue considerado como el eslabón perdido que demostraba definitivamente la teoría de la evolución expuesta por Darwin.

Aunque en 1915 Dawson encontró más restos de otro individuo cerca de Piltdown, en las décadas de 1920-1930 los hallazgos de fósiles humanos en África, Indonesia y China le quitaron relevancia a los restos fósiles del Hombre de Piltdown.

Reconstrucción del Hombre de Piltdown

El fraude se mantuvo durante cuarenta años, hasta que en 1953, investigadores del Museo Británico de Historia Natural y de la Universidad de Oxford, descubrieron que en realidad el cráneo era un puzle compuesto con fragmentos de huesos fósiles auténticos de mono, orangután y hombre, hábilmente montados sobre una mandíbula de mono y tratados para que parecieran antiguos. Las técnicas de datación química demostrarían que el resto más antiguo era la mandíbula y no pasaba de los 50.000 años. Y análisis posteriores determinaron que los restos estaban teñidos con óxido de hierro para simular su antigüedad.

Las especulaciones sobre quien estuvo detrás de éste engaño son varias, aunque se ha apuntado hacia cuatro sospechosos principales: Dawson, Woodward y su ayudante Martin Hilton (al que se le hallaron tras su muerte restos óseos modificados entre sus posesiones) y Teilhard de Chardin. Incluso se pensó en el famoso escritor, autor de Sherlock Holmes, Arthur Conan Doyle, que vivía cerca de Piltdown, tenía poca simpatía a los científicos y algunos han querido ver  referencias al fraude en alguna de sus novelas como "El mundo perdido".


Reconstrucción del Cráneo de Piltdown
Las razones por las cuales estos cuatro hombres querrían montar tal fraude no dejan de ser meras conjeturas. Así por ejemplo, Dawson buscaría el reconocimiento científico; para Woodward el hallazgo encajaba en su teoría evolutiva según la cual el cráneo era la parte que primero evolucionaba por delante de la dentición y la mandíbula; Martin Hilton, ayudante de Woodward y voluntario del Museo, quien querría engañar a su jefe tras negarse a darle un salario semanal; el jesuita, Teilhard de Chardin, quien por esa época estudiaba paleontología, y que fue de los primeros en conocer el descubrimiento de Dawson; por su parte, Conan Doyle, defensor de las ciencias ocultas y cansado de las burlas de la comunidad científica, decidiría vengarse tramando todo este engaño.

Sea quien fuera quien urdió el fraude del Hombre de Piltdown, está claro que tenía los conocimientos suficientes para hacer que el engaño fuera creíble, puesto que limó los dientes para disimular el origen simiesco, retiró la parte del hueso donde encaja la mandíbula, y se manipuló la zona de la base del cráneo para evitar que se pudiera determinar una locomoción bípeda o a cuatro patas.

Si se dio crédito al descubrimiento del Hombre de Piltdown fue porque a comienzos del S.XIX se habían descubierto muy pocos fósiles humanos antiguos, y ninguno de ellos en Inglaterra, la idea de estar en el origen de la humanidad caló hondo entre la población y los círculos académicos. Además que el Eoanthropus Dawsoni encajaba en muchas ideas dominantes en la época sobre la evolución humana.

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Referencias:
Fraudes, engaños y timos de la historia. Gregorio Doval. Editorial Nowtilus. 2011.
http://sociedad.elpais.com/sociedad/2012/12/12/actualidad/1355334597_348157.html





10 diciembre, 2016

DICHO CON HISTORIA: ¡A BUENAS HORAS, MANGAS VERDES!

Seguro que más de una vez hemos escuchado la expresión "A buenas horas, mangas verdes" que se utiliza cuando algo que era muy esperado se produce o se presenta cuando ya no sirve para nada.

Pero este dicho popular tiene un origen histórico y está relacionado con la Santa Hermandad, institución creada por los Reyes Católicos en 1476 sobre la base de las antiguas hermandades que habían existido ya desde el S. XI en los reinos cristianos, y que tenía como objetivo proteger el comercio, pacificar el difícil tránsito por los caminos y perseguir el bandolerismo. Se trataba así de un instrumento que buscaba garantizar el orden público, siendo considerada como el origen del ejército regular y especializado. Su principal función no era otra que juzgar y castigar los delitos cometidos a cielo abierto, fuera de los pueblos y ciudades por los salteadores de caminos. La Santa Hermandad puede considerarse el primer cuerpo policial, antecedente de las actuales Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado.

Cuadrilleros de la Santa Hermandad

Los soldados que componían la Santa Hermandad se distinguían por su uniforme, que se componía de un coleto o chaleco de piel hasta la cintura y con unos faldones que no pasaban de la cadera. El coleto no tenía mangas dejando al descubierto las mangas de la camisa que eran de color verde. Popularmente eran conocidos como cuadrilleros, porque iban en cuadrillas (cuatro hombres por cuadrilla y una jurisdicción asignada), o mangas verdes, porque el color verde de sus mangas los identificaba fácil y rápidamente.

La Santa Hermandad funcionó de forma eficaz en sus inicios pero fue decayendo en efectividad, de hecho, se dice que los cuadrilleros de la Santa Hermandad no llegaban nunca a tiempo, que los crímenes quedaban impunes o que los propios aldeanos se las componían para dar solución a sus problemas, de modo que cuando aparecían, su labor era innecesaria.

Y de ahí, precisamente, viene el dicho "¡A buenas horas, mangas verdes!".

Pero además de su inoperancia también éstas milicias fueron degenerándose con el paso del tiempo, y el uso y abuso de poder, y así en El Quijote de Cervantes, se puede leer en boca del famoso caballero andante la exclamación: "¿Cuadrilleros? ¡Ladrones en cuadrilla!".

 Desde luego, buena fama no acabaron teniendo, no.

Una expresión muy curiosa ¡A buenas horas, mangas verdes! que se emplea cuando la solución a algo ya ha venido por otra vía, o no llega oportunamente, o ya no tiene interés. Un dicho popular que censura la demora en atender las necesidades o en solucionar problemas, que tiene un origen histórico y que se sigue usando en la actualidad en el lenguaje coloquial.

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Referencias:
El porqué de los dichos. José María Iribarren. Editoral Ariel. 2013.


03 diciembre, 2016

LA REAL EXPEDICIÓN FILANTRÓPICA DE LA VACUNA, UN HITO DE LA MEDICINA

Francisco Javier Balmis y Berenguer
Una de las grandes expediciones de la historia, quizás menos conocida pero que tuvo un gran valor científico médico, fue la llamada Real Expedición Filantrópica de la Vacuna, que tenía el noble y altruista objetivo de erradicar la viruela que tanta mortandad estaba ocasionando en los territorios españoles de ultramar.
La enfermedad de la viruela se considera erradicada por la OMS desde 1980, pero fue una enfermedad que causó verdaderos estragos durante el S. XVIII causando una elevada mortalidad en todo el mundo. Los brotes del virus además de diezmar a la población dejaban graves secuelas a quienes lograban sobrevivir a la enfermedad.

En 1796 el médico británico Edward Jenner hallaba la vacuna al observar que las personas que estaban en contacto con vacas contagiadas de viruela bovina adquirían inmunidad respecto a la viruela humana. A partir de ahí el problema consistía en extender la vacunación, en una época en la que la que los medios de transporte eran lentos (aún faltaban unos años para la revolución de los transportes) y no había sistemas de refrigeración.

Sería el médico español, Francisco Javier Balmis y Berenguer, cirujano militar que participó en varias campañas militares en Europa, África y América, y que fue nombrado cirujano de cámara del rey Carlos IV, quien convenció a éste último de la importancia de financiar el traslado de la vacuna para reducir el impacto mortífero que la viruela estaba causando en la América hispánica, donde la enfermedad había llegado en 1518 con los primeros colonos españoles.

Carlos IV por Francisco de Goya (1789)
Si la Corona se avino a financiar la expedición fue porque existía una vacuna para combatirla, porque además estaba sensibilizada con la enfermedad por haberla padecido varios miembros de la familia real (incluso la propia hija de Carlos IV, María Teresa, había fallecido a causa de la enfermedad) y porque las propias colonias reclamaban una acción del Gobierno para mitigar las epidemias que las asolaban.

Así, con el beneplácito de la Corona, F.J.Balmis puso en marcha la que es considerada la primera misión humanitaria de la historia, conocida como la Expedición Balmis, que partió de La Coruña un 30 de noviembre de 1803, con la misión de vacunar a miles de personas contra la viruela, y que llevó a difundir la vacuna de la viruela no sólo a las todavía posesiones españolas del Nuevo Continente sino también a las Islas Filipinas, y desde allí a China y Japón.

Balmis había planteado que el único método para transportar la vacuna en perfectas condiciones era utilizando a seres humanos, ya que era imposible el traslado de la vacuna al no contar con una técnica capaz de mantener el virus vivo durante un viaje tan largo. Método que fue reconocido por los médicos ingleses, en un primer momento reticentes, pero que finalmente admitieron la validez de la técnica ideada por el médico alicantino. Anteriormente se había intentado enviar la vacuna a América con suero desecado entre dos cristales y sellado con parafina pero siempre llegaba inservible.

Lo que se le ocurrió a Balmis fue utilizar a 22 niños huérfanos para que hicieran de transmisores del virus y la vacuna durante la travesía de España a América. Un método poco ético con una mirada actual, pero incuestionable en aquella época, ya que se sabía que eran precisamente los niños quienes mejor respondían a la técnica. Los niños llevaban la vacuna en su cuerpo y se les iba inoculando de forma escalonada para mantenerla viva durante el viaje. De los 22 niños, dos morirían. Era un viaje demasiado largo para unos niños tan pequeños que además enfermaban frecuentemente durante la travesía.

La expedición estaba compuesta además de por Balmis, por dos médicos asistentes, dos prácticos y tres enfermeras, y la rectora de la Casa de Expósitos de La Coruña Isabel Zendal Gómez, a la que Balmis ya conocía, y reconociendo su buena mano con los niños a los que cuidaba decidió contratarla para la expedición.

Partida de la corbata María Pita tras una de sus escalas

Así pues, en la corbeta María Pita embarcarían los 22 niños (aunque en la expedición finalmente participarían unos 100 niños que fueron embarcando posteriormente en las diferentes escalas realizadas), de edades comprendidas entre los tres y los nueve años, que habían salido de las inclusas de Madrid y La Coruña. Entre las normas de la expedición Balmis estableció que, una vez cubierta la etapa correspondiente, los niños fueran devueltos a su lugar de origen, lo cual no consiguió siempre, y en 1810 todavía pedía a las autoridades que los niños de la península que estaban aún en México, fueran devueltos a Madrid y La Coruña.


La expedición llegó a Puerto Rico en febrero de 1804, y desde allí se trasladó a Venezuela, Cuba y México donde la expedición se dividió en dos: el grupo dirigido por Balmis siguió la ruta hacia el norte hasta llegar a Filipinas, introduciendo así la vacuna en Asia; y el grupo encabezado por el médico militar  José Salvany, que recorrió Sudamérica.

Rutas seguidas por la Real Expedición Filantrópica de la vacuna

La expedición fue un éxito y Balmis fue recibido y felicitado por el propio Carlos IV, y recibió el reconocimiento del propio descubridor de la vacuna de la viruela, E.Jenner, que alabó su trabajo.

Pero además el doctor Balmis se preocupó de propagar, enseñar y perpetuar la vacunación, estableciendo una red de juntas de vacunación que aseguraran la misma a las generaciones futuras. Se vacunó a miles de personas (niños y adultos) y en los lugares en los que se mantuvo la vacunación, las epidemias de viruela disminuyeron.

La Real Expedición Filantrópica de la vacuna supuso una hazaña en la historia de la medicina que tenía por objeto mejorar la salud pública (un concepto innovador en aquella época) mediante una vacunación masiva que abarcaba amplias zonas geográficas, y aún con sus sombras de carácter ético, fue un primer paso en la erradicación total de la enfermedad.

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Referencias: