El Patizambo. José de Ribera (1642) |
Había quien no ejercía la mendicidad de forma permanente, sino que al ser trabajadores sin una cualificación especial, pedían durante algún tiempo hasta que conseguían algún trabajo.
La sociedad de la época no consideraba a los mendigos un mal a erradicar por medio de medidas políticas, y la doctrina católica hacía de ellos motivo y pretexto para practicar la caridad cristiana.
La mendicidad era incluso un derecho para aquellos que no podían trabajar por razones de enfermedad, edad o mutilación, que eran los mendigos "reconocidos", y que poseían una licencia concedida por el párroco de su pueblo, ciudad o barrio, la cual les permitía ejercer el pordioseo. Los más respetados y los que conseguían mantener su indigencia más dignamente eran los ciegos, que solían acompañarse de una guitarra o de la chinfonía o gaita de ciego, y un perrillo que bailaba. En ciertas ciudades los ciegos se agrupaban en cofradías cuyos estatutos eran oficialmente reconocidos por la autoridad municipal, permitiéndoles el privilegio de recitar con exclusividad coplas y oraciones, y vender pliegos de cordel o almanaques.
El músico ciego. Ramón Bayeu (1786) |
Pero además de los mendigos con licencia, también existían los falsos mendigos, siendo muy difícil distinguir los unos de los otros. Así se calcula en unos 150.000 los que vivían en la Península de la caridad pública, siendo simuladores la mayor parte, según estimaciones del médico Cristóbal Pérez de Herrera (1558-1620) en su obra Discursos del amparo de los legítimos pobres.
El mundo de la mendicidad real y el de la picaresca convivían entremezclados, siendo muy difícil diferenciarlos y separarlos.
Se sabe que el grupo de los mendigos fingidos, era el estadio más bajo de la práctica picaresca, junto con los falsos peregrinos. Pero sí la valentía no era una de sus cualidades más destacadas, la imaginación para conmover a las gentes sí era uno de sus rasgos más definitorios. Así la simulación de llagas sangrantes, cojeras, calenturas, etc. suponía su mejor fuente de ingresos. Estos falsos mendigos estaban en todas partes, por los paseos y, sobre todo en las iglesias, tanto en su interior como el exterior de las mismas.
La vieja frutera . Diego Velázquez (1619) |
Celestina y su hija en la cárcel. Esteban Murillo. |
Guzmán de Alfarache de Mateo Alemán (1599) |
La literatura de la época se basó en la picaresca para crear un género literario, la literatura picaresca, que tuvo un gran auge e importancia durante el Siglo de Oro. Este nuevo género surgía como crítica, por un lado de las instituciones degradadas de la España imperial y por otro, de las narraciones idealizadoras del Renacimiento con sus epopeyas, libros de caballerías, novela sentimental y pastoril. Sus historias se pusieron de moda entre las clases altas, que aunque miraban con miedo el extendido fenómeno de la picaresca, también se sentían fascinados por el mismo.
Ejemplos de literatura picaresca se encuentran en Rinconete y Cortadillo de Cervantes, Guzmán de Alfarache de Mateo Alemán, el Lazarillo de Tormes o El Buscón de Quevedo.
----------------------------------------------------------------------
Referencias:
La vida cotidiana en la España de Velázquez. José N. Alcalá-Zamora. Ediciones Temas de Hoy. 1995.
No hay comentarios:
Publicar un comentario