25 julio, 2016

USOS Y COSTUMBRES DE LOS ANTIGUOS ROMANOS EN LA MESA

Triclinio
Los romanos tomaron de los griegos la costumbre de comer acostados o tumbados. ¿Quién no recuerda esas "películas de romanos" en las que se representan opulentos banquetes? Los romanos no solo se alimentaban sino que se tomaban su tiempo en ese menester para disfrutar así de la comida, pero también hablar, reunirse y divertirse con ello. Los romanos, en una primera etapa, se acostaban en posición levemente oblicua, en una cama de mesa o triclinia de tres plazas, y con una mesa común en el centro. Posteriormente, se utilizó una espécie de diván colectivo semicircular alrededor de una mesa redonda. Aunque siempre los triclinias estaban dispuestas en forma de U, es decir en tres lados de la pieza, porque el cuarto se reservaba para el servicio. Triclinias y mesas eran los muebles del triclinio (comedor), que poseían las clases ricas y aristócrtas romanas. En el triclinio, los invitados se ubicaban en función de un protocolo en el que el sitio de honor era el de la derecha de la triclinia del medio. Los comensales eran acomodados por el nomenclator que era un esclavo que se encargaba de nombrar a los invitados e indicarles su sitio.


Erróneamente los romanos creían que cuanto más cómodo se estuviera mejor sentaría la comida y por ello adoptaban la postura recostada sobre el brazo izquierdo. Ya desde niños se les enseñaba a comer de esta manera, y así lo recoge Plinio "Comer con la mano derecha y apoyarse en la izquierda. Se les enseña a comer con la derecha y si extienden la izquierda se les reprende".

El hábito de comer acostados era considerado un símbolo de distinción social y era costumbre que cuando un señor adinerado o poderoso recibía en su casa invitados, estos debían despojarse de sus sandalias antes de entrar al triclinio y lavarse los pies (de eso se encargaba más bien un esclavo) y cambiar sus vestiduras por otras más cómodas.

Otra curiosidad de los banquetes romanos era que era habitual tirar los restos de comida al suelo y un esclavo (scoparius) se encargaba de ir recogiendo las sobras que luego eran aprovechadas para alimentar al servicio. Muchas veces se trataba de niños los que se encargaban de esta tarea. La acción de tirar las sobras al suelo era algo frecuente en la antigüedad, puesto que era considerado como algo sagrado, algo así como que los alimentos provenientes de la Tierra Madre, volvían de nuevo a la tierra.
Mosaico de un banquete romano

Los romanos no tenían tenedor por lo que comían con las yemas de los dedos, dejando sólo sin utilizar el dedo meñique y el anular, aunque para los alimentos líquidos u otros alimentos y preparaciones utilizaban diferentes tipos de cucharas. Al utilizar las manos para comer eran imprescindibles utilizar servilletas (mappae) que se utilizaban para limpiar y secar las manos entre un plato y otro, pero también para envolver alimentos para consumirlos en otro momento e incluso para sonarse la nariz. Era usual también que cada invitado llevara su propia servilleta.

Los grandes banquetes romanos suponían muchas veces un exceso para el cuerpo y para el estómago, por lo que era frecuente que los invitados se retiraran en algún momento para provocarse el vómito, a modo de remedio dietético, para poder seguir comiendo. Como decía Séneca "Los romanos comen para vomitar y vomitan para comer". Con tanto exceso alimenticio no era de extrañar que los eructos fueran vistos con buenos ojos, era una señal de que se disfrutaba con la comida. Incluso eructar se llegó a convertir en ley mediante un edicto promulgado por el propio emperador Claudio.

Se podría pensar que estos banquetes romanos tan copiosos y que solían durar varias horas se debían a la ausencia de lugares donde pasar el tiempo, a excepción de las termas o el barbero. Ofrecían por tanto una ocasión perfecta para confraternizar aprovechando una buena y opípara comida.

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Referencias:



15 julio, 2016

PIEDRA DE ROSETTA, LA CLAVE DE LOS JEROGLÍFICOS

Piedra de Rosetta
Un 15 de julio pero del año 1799 se produjo el hallazgo de la Piedra de Rosetta, y ésta no era una piedra cualquiera, ya que gracias a ella se pudieron descifrar los jeroglíficos egipcios, indescifrables hasta entonces.

La Piedra de Rosetta es un fragmento de una antigua estela egipcia de granito negro inscrita con un decreto sacerdotal publicado en Menfis (capital del Imperio Antiguo de Egipto, situada al Sur del delta del Nilo) en el año 196 a.C.en honor del faraón Ptolomeo V en gratitud por una serie de medidas tomadas por el faraón como el regalo de plata y grano a los templos, o el haber ordenado embalsar las aguas sobrantes para beneficio de los agricultores durante una inundación especialmente alta del Nilo. Por ello, los sacerdotes como garantes de la cultura tradicional egipcia, elevaron plegarias en su honor y dispusieron que una copia del decreto fuera expuesta en cada templo y que cada una fuera inscrita en las tres escrituras utilizadas en aquella época en el antiguo Egipto: en jeroglíficos o lenguaje de los dioses, en demótico o lenguaje de los documentos y en griego que era el lenguaje utilizado por el gobierno Ptolemaico.
Tetradracma con la efigie de Ptlomeo V

Se cree que la estela no fue elaborada en la localidad de Rosetta (Rashid, enclave portuario egipcio en el mar Mediterráneo) donde fue hallada, sino que procedería de un templo en el interior del territorio egipcio. El algún momento la estela se fragmentó y sólo se conservó el fragmento correspondiente a la Piedra de Rosetta. Cuando Teodosio I, emperador del Imperio Romano de Oriente, en el 392 d.C. ordenó el cierre de los templos no cristianos estos se reutilizaron como canteras y en este contexto reapareció la fragmentada estela que fue localizada en una fortaleza en Rashid.

El hallazgo de la Piedra de Rosetta se dio durante la campaña de Egipto de Napoleón Bonaparte iniciada en 1798 cuyo ejército expedicionario se hizo acompañar de una Comisión de Ciencias y Artes compuesta por 167 expertos técnicos. Mientras se trabajaba el las defensas del fuerte Julien, el teniente Pierre-François Bouchard avisto en una zona excavada por los soldados una placa con inscripciones y tanto él como el coronel d'Hautpoul pensaron que se trataba de un hallazgo importante. La piedra fue trasladada hasta El Cairo donde fue examinada por expertos y hasta recibió la visita del propio Napoleón. El hallazgo sería anunciado en el Institute d'Égypte asociación científica creada por Napoleón en El Cairo.

Pero la Piedra de Rosetta pasaría de manos francesas a las inglesas cuando las tropas galas y la Comisión de Artes y Ciencias incluída, fueron rodeadas y sitiadas en la ciudad de Alejandría donde fueron obligados a rendirse ante las tropas inglesas. La rendición incluía no sólo la retirada francesa de las plazas tomadas sino también la entrega de todo el material arqueológico encontrado en la llamada Capitulación de Alejandría firmada por los representantes de las fuerzas británicas, francesas y otomanas.

De la Piedra de Rosetta se harían varias copias en yeso que serían repartidas entre varias universidades inglesas y otras tantas copias impresas de las inscripciones que serían objeto de estudio por parte de eruditos europeos. En 1802 la Piedra de Rosetta fue transferida al Museo Británico donde continua expuesta y es la pieza más visitada.

Jean-François Champollion
La Piedra de Rosetta al contener tres escrituras diferentes, jeroglífica, demótica y griega muy pronto despertó el interés público al contener la clave para descifrar la hasta entonces ininteligible escritura jeroglífica egipcia. El descubrimiento de que la estela ofrecía tres versiones de un mismo texto facilitó el desciframiento de la escritura jeroglífica egipcia. La primera traducción completa del texto en griego antiguo apareció en 1803, y no sería hasta 1822 cuando Jean-François Champollion, filólogo y egiptólogo francés además de especialista en lenguas orientales y profesor de la Academia de Grenoble, anunció en Paris el descifrado de los textos jeroglíficos egipcios. Champollion observó que en el texto griego de la Piedra de Rosetta aparecían numerosos nombres propios de personajes griegos y dedujo que para transcribirlos a la escritura demótica egipcia se empleaban signos que correspondían a los sonidos de estos nombres extranjeros. Y lo mismo ocurría en el fragmento de escritura jeroglífica pero, al estar éste texto incompleto, el único nombre propio que aparecía traducido del griego era el de Ptolomeo. El profesor francés estudió otras inscripciones como la del obelisco de Filé donde aparecía de nuevo el nombre propio de Ptolomeo (en este caso Ptolomeo IX) con idénticos símbolos y también el nombre de Cleopatra. La comparación de caracteres coincidentes le facilitó la construcción de un alfabeto de caracteres jeroglíficos fonéticos. Los estudios de Champollion le permitieron asimismo desarrollar la primera gramática del antiguo Egipto y un diccionario de jeroglíficos.

A raíz del descubrimiento de la Piedra de Rosetta y el posterior desciframiento de la escritura jeroglífica fue posible entender muchos documentos e inscripciones lo cual fue esencial para conocer la historia de Egipto, ampliar el conocimiento de la antiquísima civilización egipcia y fomentar su estudio.

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Referencias:
http://www.elconfidencial.com/cultura/2014-07-20/aniversario-de-la-piedra-que-descubrio-egipto_164509/



07 julio, 2016

ORÍGENES DE LA INQUISICIÓN

Auto de Fe de Pedro Berruguete
La Inquisición fue una institución medieval creada por la Iglesia para combatir la herejía. En sus inicios la pena habitual por herejía se reducía a la excomunión, pero con el reconocimiento del cristianismo como religión del imperio romano (380 d.C) por los emperadores romanos Constantino y Teodosio, los herejes empezaron a ser considerados enemigos del estado.

El primer tribunal de la Inquisición para juzgar delitos contra la fe data del S.XIII, cuando el papa Honorio III en el año 1222 y, a petición del emperador alemán Federico II Hohenstaufen, que para mejorar su imagen ante el papado ( no era muy partidario de participar en cruzadas hacia Tierra Santa) pensó que era la mejor forma de congraciarse con el papa. Así el primer tribunal fue constituido en Sicilia y estuvo formado por teólogos de las órdenes mendicantes ( franciscanos y dominicos) por su mejor preparación teológica y  su supuesto rechazo de las ambiciones mundanas. Aunque el Tribunal de la Inquisición como tal, constituido orgánica y funcionalmente no se establece hasta el 1231 cuando el papa Gregorio IX decretó la bula "Excommunicamus" por la que redujo la responsabilidad de los obispos en materia de ortodoxia y por la cual los inquisidores estaban bajo la jurisdicción del Papado.

Gregorio IX

Restringida en principio al Sacro Imperio Romano Germánico y al Reino de Aragón, la Inquisición entraría pronto en vigor en el conjunto de la iglesia.

Los tribunales de la Inquisición se componían de 2 inquisidores (un jurista y un teólogo) que tenían la misma autoridad y que eran nombrados por el papa. Los inquisidores contaban con la ayuda de una serie de funcionarios como notarios, escribanos, asesores, comisarios, alguaciles, etc. Los inquisidores contaban con importantes potestades pudiendo incluso excomulgar a príncipes.

En cuanto a las razones básicamente religiosas que darían origen al Tribunal de la Inquisición en la Edad Media destacan la aparición a principios del S. XIII de la herejía albigense o cátara y herejía valdense, ambas con origen en Francia y consideradas herejías que atacaban algunos pilares de la moral cristiana, de la jerarquía eclesiástica y de la organización social de la época. Inicialmente se intentó que sus seguidores abandonaran la herejía a través de la predicación pacífica, pero al no conseguirlo se lanzó frente a ellos una violenta cruzada.

La represión violenta contra la herejía  vino a establecer una relación peligrosa entre el poder civil y la iglesia en la Edad Media, porque de esta manera la herejía pasó a ser un delito de lesa majestad, una especie de crimen de estado, castigado con la muerte en la hoguera.

El procedimiento inquisitorial medieval consistía en que los inquisidores abrían una causa contra cualquier persona sospechosa, los que se presentaban voluntariamente y confesaban su herejía se les imponía penas menores. Quienes no se presentaban ni respondían a los requerimientos judiciales eran buscados y no tenían derecho de asilo, puesto que quienes les prestaran ayuda serían considerados cómplices. Los acusados estaban obligados a responder de todos los cargos que existían sobre ellos bajo juramento, y este hecho los convertía  ala vez en acusados y acusadores. No eran juicios que brillaran por una investigación justa y pruebas relevantes, ya que el testimonio de dos testigos se consideraba generalmente una prueba de culpabilidad. Y vino a empeorar los procesos inquisitoriales el hecho de que el papa Inocencio IV, en el 1252, autorizara la práctica de la tortura para extraer la "verdad" a los sospechosos.

Los castigos y sentencias para los que confesaban o eran declarados culpables se pronunciaban en un acto público conocido como "sermo generalis" o "auto de fe" al final de todo el proceso, y que era celebrado con gran pompa y boato. El acto se iniciaba con una procesión de las autoridades civiles y eclesiásticas, seguida de los condenados, vestidos con ropas infamantes llamados "sambenitos" que consistían originariamente en sacos de lana bendecidos por el cura. Pero no sólo los acusados de herejía eran castigados, también lo eran aquellos que realizaban falsas acusaciones, a los cuales se les cosía una tela roja en el exterior de la ropa.

Existía una gradación en el tipo de castigos que se aplicaban a los condenados por herejía, y que iban desde penas leves como la realización de peregrinaciones, multas, cargar con una cruz, a penas más severas para los casos más graves, como la confiscación de propiedades o el encarcelamiento. La pena más severa que los inquisidores imponían era la de prisión perpetua, y la entrega por los inquisidores de un reo a las autoridades civiles equivalía a solicitar la ejecución de esa persona.

Aunque en sus comienzos la Inquisición dedicó más atención a la herejía albigense  y la herejía valdense, sus actividades se ampliaron a otros grupos heterodoxos, y más tarde a las "brujas" y "adivinos".

Cruz de los cátaros/ Escudo valdense

Una consecuencia negativa (una de tantas) es que a finales de la Edad Media los príncipes seculares tomaron los modelos represivos de la Inquisición aplicándolos a sus instituciones judiciales.

Más adelante, ya en el S. XVI, el Santo Oficio tendría como máxima preocupación la ortodoxía de tipo más académico y, sobre todo, la que aparecía en los escritos de teólogos y eclesiásticos, buen ejemplo de ello fueron los procesos contra Antonio de Nebrija, Fray Luis de León o Santa Teresa de Jesús, mientras que la Inquisición Medieval estuvo más centrada en controlar, reducir y exterminar las herejías que provocaban desórdenes públicos.

Aunque la Inquisición fue un fenómeno que se dio en diferentes zonas de Europa, características notablemente diferentes tuvo la Inquisición española, sobretodo con la llegada de los Reyes Católicos al trono... Seguro que habrá ocasión de dedicarle una entrada en un futuro.